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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Así leí a Zaratustra

Así hablaba Zaratustra... Él es un personaje quien a sus treinta años abandona el contacto con seres humanos y decide retirarse a la montaña. Ahí pasa los siguientes diez años de su vida, conviviendo con la naturaleza, reflexionando al mismo tiempo que llenándose de sabiduría. Hasta que cierto día se propuso compartir sus conocimientos a los hombres. Solo, atravesando el bosque, llegó hasta la plaza de la ciudad donde se amontonaba un gentío para ver el espectáculo de un equilibrista en las alturas. Zaratustra trató de mostrarles las pautas para convertirse en el superhombre, aquel que lograría la máxima concepción de lo correcto y de las capacidades del ser. El hombre, según sus propias palabras, “es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre”.

En primer instante le tiraron a loco, se convirtió en la burla de todos y a punto de encaminarse al exilio de nueva cuenta, reflexiona y se percata de lo necesaria que es su intervención para guiar al ser humano hasta el "superhombre". Motivado regresó a la ciudad para dar sus discursos sea o no que le escucharan. Poco a poco él comienza a ganar discípulos, los cuales oyen con atención cada palabra y consejo de sabiduría.

Dentro de los discursos de Zaratustra están, la revelación del Estado, donde desenmascara el “monstruo que entra al calor de las conciencias limpias”. El estado es quien miente en todos los lenguajes y donde termina el Estado…están los puentes del superhombre.

Un amigo según Zaratustra debe ser maestro en el arte de adivinar y de callar. En donde tu compasión debe ser un adivinar. Nuestra fe en otros revela lo que quisiéramos creer en nosotros mismos. En cuanto a las metas, Zaratustra expone que el superhombre debe de tener una meta, la voluntad de poder se encuentra sobre cada pueblo. Valorar es crear, solo en cuanto se valora, existe valor.

Del amor al prójimo, en el superhombre, el tú debe ser anterior al yo, por encima del amor al prójimo está el amor a lo más lejano y por venir.

Para seguir el camino hacia el hombre creador, primero hay que cuestionarse a uno mismo si en realidad se es una fuerza nueva, espontánea, que es capaz de ser su propio juez y de regirse bajo su propia ley.

En una de sus travesías Zaratustra escondía algo bajo su manto…solo en el camino se había encontrado con una vieja, la cual le reclamó de no haber hablado sobre las mujeres aún. Zaratustra le concedió la siguiente reflexión sobre la mujer: “todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una solución: el embarazo”-poco conoce Zaratustra de las mujeres- le respondió la anciana, -te daré una verdad, envuélvela bien y tápale la boca “¿vas a juntarte a mujeres? Pues no te olvides del látigo”…

Un día caluroso Zaratustra dormido al pie de una higuera, una vívora le mordió en el cuello; despertó lanzando un agudo grito de dolor. Miró la serpiente y ésta tenía ánimo de alejarse. La vívora le advirtió de una futura muerte debido a su veneno. A lo que le respondió que jamás un dragón sucumbió al veneno de una serpiente y que ella no era suficientemente rica como para regalárselo. La vívora le lamió la herida. La conclusión de esta “fábula” es; cuando tengas un enemigo que os haya hecho mal, no paguéis el mal con el bien; sino demostrad que os ha hecho bien. Más humana que la renuncia a la venganza es la pequeña venganza. En el caso de los hombres solitarios, hay que tener cuidado pues son como pozos profundos en los que es fácil echar piedras pero una vez que caen no hay forma de sacarlas.

De esta manera y en distintos aspectos tanto sociales, como políticos, económicos y demás, Zaratustra se encomienda a sí mismo a llevar paso a paso al hombre a ver desde otras posturas, a despejar la mente y aprender de cero las cosas para poder alcanzar nuestras metas y convertir a la humanidad en seres con capacidades explotadas de la mejor manera.